La audición es el primer sentido que desarrollamos en el vientre materno.

Antes de nacer, no podemos ver ni tocar. Pero ya escuchamos, lo primero que percibimos son los sonidos internos de nuestra madre el latido del corazón, el fluir del aire, la vibración de su voz.

Por eso, el sonido de los cuencos tibetanos puede evocar esa experiencia de escucha.

Al escuchar esos sonidos armónicos de los cuencos tibetanos y sus vibraciones profundas, no sólo relajamos nuestro sistema nervioso para crear un estado de equilibrio y bienestar integral.

Reconectamos con nuestra memoria más antigua: la de la escucha intrauterina